Si me enamoré de Lisbeth Salander en la primera parte de Millenium, Los Hombres que no Amaban a las Mujeres, leer el segundo y enorme tomo de la trilogía del autor sueco Stieg Larsson no hizo más que acrecentar mi amor por este magnífico personaje.
La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina (Flickan som lekte med elden) no me atrapó al instante, debo decirlo. Empieza floja y parece sin rumbo, hasta que de pronto todo toma sentido, un sentido vertiginoso, y nos mantiene en vilo durante las 730 páginas que posee el libro en su versión en español. En vilo y caminando por una línea muy fina, porque no sabemos qué sucede y no sabemos a quién echarle la culpa de los males del mundo.
Si en Millenium I, Lisbeth era “el” personaje secundario por excelencia, en esta segunda parte, que retoma la historia del policial sueco unos cuantos meses más tarde, la joven críptica y más silenciosa que nunca se encarga de regocijarse en el protagonismo, aunque sabemos que a Lisbeth Salander jamás se le ocurriría convertirse en la protagonista de ningún libro y no le gustaría ni medio saber que mediante la lectura estamos observando su vida.
Sí, también está Mikael Blomkvist, porque no quedaba otra, que vuelve a verse implicado en una investigación que esta vez lo toca más de cerca, y como era de esperarse, los caminos de este hombre, periodista él, y la joven sin empleo, pero con mucho dinero en el banco, se volverán a cruzar, aunque no demasiado (¡por suerte!).
Para salvar su pellejo, Lisbeth deberá recurrir a esos truquitos que tanto nos gustan y que enloquecen a la ley, porque cuando quiere, la flaquísima chica que viste de cuero se convierte en una diosa pagana que conduce los caminos de todos los mortales apretando tres teclas, y cuando su propia historia personal y su pasado lleguen a molestarla sobremanera, Lisbeth tomará cartas en el asunto muy a su pesar, y se terminará involucrando en una complicada trama que se centra en el trafficking, o sea la trata de mujeres.
Lo más interesante de La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina es la aparición de un personaje que en el libro anterior solo se mencionó de pasada: Miriam Wu o Mimmi, la chica que suele dormir con ella de vez en cuando y con quien Lisbeth mantuvo una relación intermitente, y solamente sexual, durante un tiempo bastante prolongado antes de su anterior aventura. Ahora Mimmi y Lisbeth Salander vuelven a compartir cama y eso, lamentablemente, mezclará el placer con el trabajo, o al menos con los misteriosos crímenes que andan dando vuelta.
Lo interesante es que en esta vuelta la relación de la lesbiana profesional con la supuesta bisexual no es solamente sexual, hay algo más, algo que casi roza los sentimientos de Lisbeth, esos que ella tanto se empeña en tapar.
Lo más triste es que la versión cinematográfica de Millenium II parece dejar esto de lado, y solo convertir a la genial Mimmi en una fuck buddy de la hacker. Una lástima, porque esta joven asiática es un personaje secundario sumamente interesante; feminista, fuerte y sin pelos en la lengua, la “amiguita” de Lisbeth se la banca, pero para saber un poco de eso sin que les spoilee la trama deben leer la novela, porque en el film se olvidaron de darle más de una dimensión al este personaje. Ah, y tampoco hicieron foco en otro de los personajes femeninos intersante, como lo es la policía Sonja Modig, que sale indemne de las estupideces que tiene que soportar de sus compañeros masculinos de la fuerza; de hecho su personaje fue casi borrado de la trama fílmica.
Ah, sí, hablemos de la película. Si la primera no me gustó, ésta mucho menos. Sacaron ciertos detalles para privilegiar otros que son un poco inentendibles. El pelo largo de Noomi Rapace no le sienta demasiado, y aunque sigo sin poder creer que ella fue la elegida para interpretar a este genial personaje, cuando vi las fotos de Rooney Mara, quien se convertirá en Lisbeth para la versión americana, empiezo a amar a la actriz sueca que ya ha sido elegida para participar de la segunda parte de Sherlock Holmes.
Por suerte, Stieg Larsson nos dejó un tercer libro antes de pasar a mejor vida. Lo que sí espero es que La Reina en el Palacio de la Corrientes de Aire, o sea la última parte de la Trilogía Millenium, no termine con un final tan abierto como el de La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina, porque sino creo que voy a enloquecer y a salir a vengar mujeres porque, como Lisbeth Salander, yo también odio a los hombres que no aman a las mujeres.
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